Cuando era un crío, siempre me daba mucha vergüenza sacar el “Tupper” con los fideos fríos que me preparaba mi madre para la excursión, y si además lo tenía que hacer en un banco de un parque, no lo soportaba, bueno, directamente no comía, decía que me lo había olvidado y entonces la vergüenza pasaba a ser humillación porque me empezaban a dar comida de los demás.
Hoy sigo igual, a excepción del “Tupper” de mi madre, pero sigo sin poder comer en cualquier lugar que no esté destinado para tal fin. No puede comer en un parque, o en la playa y menos en un transporte público, como a veces veo en el Metro.
La neurosis de acrecienta si hay gente paseando o simplemente andando, creo que prefiero comer en el baño.
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